Promesa a la bandera

La celebración de las fechas patrias es una tradición arraigada en nuestra sociedad. Pero citar fechas y lugares que pueden encontrarse fácilmente en un libro de historia no parece la forma más adecuada de honrar la memoria de un hombre de la talla de Manuel Belgrano, quien nos legó el símbolo de nuestra nación, nuestra amada bandera.
Pensar, sopesar los ideales, la pasión que impulsaron a este argentino a emprender su enorme obra por la patria. Pensar qué cosa motivó a este hombre a erguirse frente al medio adverso en que le tocó actuar y emprender su camino de hacedor, de hacendoso obrero constructor de una nación, parece más adecuado y más útil.
Podría haberse replegado ante el primer enfrentamiento mezquino. Podría haberse encerrado en el conformismo de la época. Limitarse a vivir de acuerdo con la estructura entonces imperante. De haber hecho eso, su existencia no habría sido nada desdichada, pues su posición social era privilegiada. Sin embargo, fue el que debía ser. Un hombre original. Un innovador. Un benefactor de la sociedad. Era un ilustrado intelectual, imbuido de las más bellas ideas de perfección, ubicado en un plano científico de avanzada. Un auténtico pionero en todos los campos.
Pensemos en el contexto en el cual tuvo lugar el accionar de Belgrano: un país que luchaba por su independencia. En lo externo la amenaza de un poderoso imperio que recuperaba sus fuerzas, en una Europa donde los ideales de la revolución francesa estaban siendo cuestionados, y en lo interno, los resabios de la ignorancia, el espíritu individualista y sectario... parecían condenar al fracaso todo sueño de nación.
Belgrano, hombre de leyes, precursor de la educación, del comercio, de la ciencia, se vio obligado a asumir y a aceptar, un rol más para el que no estaba preparado, en beneficio de la patria: Se vio obligado a tomar la espada como militar, como general de las guerras de la independencia. Vencedor del enemigo imperial en Tucumán y Salta, por lo que fue llamado Libertador del Norte, fue generoso y humilde en la victoria. Y fue valiente y esforzado soldado en las difíciles jornadas de Vilcapugio y Ayohuma, que no disminuirían su espíritu de lucha. Su constancia tras un ideal lo mantendría, hasta el final, como un frente vital para la campaña patria.
Hablar de Manuel Belgrano es hablar de esfuerzo, de generosidad y amor por la educación, de modestia, de honestidad. Como hombre de leyes no dejó nunca de priorizar el bien común, emprendiendo una de sincera defensa de la libertad: la libertad civil, la libertad política, la libertad de expresión y de los derechos del hombre.
Belgrano, con sus propias palabras, nos invita a seguir el camino elegido por nosotros mismos pero sin perder de vista que, al mismo tiempo, cumplimos todos una función social. Es por eso que nos aconseja: “Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces" Es una invitación a asumir nuestras propias responsabilidades. Es una llamada a hacer del mejor modo posible lo que tenemos entre manos. No importa que nuestras tareas sean aparentemente pequeñas: son las que nos tocan, las que nos corresponden y, a través de ellas, nos preparamos mejor para las más grandes que tal vez, como le sucedió a él, algún día puedan sobrevenirnos.
El mundo cambia, sin duda; pero algunos principios, algunos valores, tienen vigencia eterna.
Con su ejemplo valiente Belgrano nos ayuda a salir de toda confusión de valores. Nos ayuda a ser claros, a entender los viejos temas del honor, del amor a la verdad, de la compasión, la capacidad para el sacrificio y la búsqueda de ideales nobles.
Honremos juntos hoy, a nuestro más alto símbolo patrio y a su creador. Como cuando éramos niños y tal cual lo viven nuestros niños, que sea un día especial, de reflexión sobre esos valores patrios que, como siempre, no solo es preciso, sino necesario recordar.
Prof. Mónica Ruffino

 

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