Despidiendo un año más
Parece
que fue hace tan poquito tiempo que traspasábamos esa entrada, con aquellas
acaloradas mañanas de marzo, y nos disponíamos a comenzar un nuevo año escolar,
trayendo tantas expectativas e ilusiones.
Y así
fueron sucediéndose los días, hora tras hora, tantos momentos compartidos,
hasta llegar a este día de cierre de cursos.
Ahora
es tiempo de reflexión, de evaluación, de balance de lo
acontecido, de análisis de lo que sucedió como esperábamos, de lo que fue
mejor, de lo que no salió tan bien.
Los
invito a recordar qué nos habíamos propuesto en aquel entonces, para
contrastarlo con lo que realmente aconteció a lo largo del año. Les propongo
hacer un ejercicio de retrospección, detenernos a hacer memoria, dedicar
unos minutos a dejar pasar por nuestra mente la película de lo vivido, a
visualizar las imágenes de hechos los sucedidos, para ver en qué medida se
cumplieron nuestros deseos, para valorar las metas alcanzadas, y también
cambiar aquello que, por suerte, tendremos la oportunidad de reparar el año
entrante.
Pensar
en el camino personal y colectivo que paso a paso pudimos transitar, que
fuimos trazando, que, como el caminante de Machado, fuimos haciendo al
andar, porque no está marcado. Una senda que recorrimos juntos, pero en
la que cada uno dejó su pisada, su huella personal, su identidad.
Esa ruta que nadie podrá caminar por nosotros, que es el resultado de
nuestras libres elecciones y de nuestras responsables decisiones,
que, nos conduce a gratificarnos, a enorgullecernos con lo alcanzado, o nos
permite dar los golpes de timón necesarios, si estimamos que debemos mover el
rumbo, porque sólo si comprendemos el alcance de nuestras obras, estaremos
en el vía de la restauración.
Un crecimiento
conjunto que nos conduce a perfeccionarnos, a ser cada día mejores,
a superar la marca, a redoblar la apuesta. Podemos enfocarnos,
entonces, en las acciones que debemos
realizar, para que lo esperado se cumpla,
ya que el futuro nos regala la posibilidad de modificar conductas.
Felizmente, las personas no estamos determinadas a ser siempre iguales, podemos
transformarnos, de no ser así, ¿qué
sentido tendría la educación?
Porque
de eso se trata justamente la enseñanza, de ayudar a los alumnos a perfeccionarse
intelectualmente, académicamente, emocionalmente, humanamente, de autoevaluarnos
también nosotros como profesionales y como Institución. Se trata de crecer, de
evolucionar en una incesante aspiración de superación
Si
observamos la vida de personas
destacadas de la historia, en el mundo de la ciencia, el arte, la política,
las religiones, y admiramos sus victorias, lo que se percibe más fácilmente es su
llegada a la cima, pero tenemos que saber que para escalar y alcanzar lo más encumbrado,
tuvieron que soportar el ascenso, con sus tropiezos, sus peligros, su
inestabilidad, su vértigo, porque a ninguna meta se llega sin sacrificio, sin
compromiso, sin entrega.
Y nos
preguntamos, ¿de qué está hecho el éxito?
El ADN de los logros está constituido por muchos sinsabores, está
compuesto por frustraciones que se fueron venciendo, por desaciertos que se
fueron corrigiendo. Esta idea nos recuerda la famosa frase de quien fuera el
Primer Ministro británico, líder de la Europa del siglo XX, Winston
Churchill: “El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder
el entusiasmo”.
Como
resultado de estas cavilaciones de la memoria, les sugiero decantar lo positivo
y dejar ir lo que en algún momento nos hizo daño, que cada uno de ustedes de
pregunte: ¿con qué me quedo?
De los
enojos, los disgustos, con la reconciliación, con el perdón; de los
conflictos, de la confrontación, con el diálogo; si hubo frustración,
con las oportunidades; de las inseguridades, las debilidades, los miedos,
con el coraje que tuvimos para enfrentarlos, con la voluntad que pusimos
para librar cada batalla, sin importar si la ganamos o la perdimos, porque la
dignidad del guerrero no está en el triunfo, sino en la pasión que lo conduce,
en la fortaleza del espíritu que lo sostiene en el campo de batalla; si hubo
incertidumbre o dudas, con la esperanza, la fe; del
resentimiento, de la ofensa, que prevalezca el olvido; y si vivimos desencuentros,
que permanezca el amor.
Quiero
agradecer a la Institución por la confianza
que depositan en nosotros, por la valoración de nuestro esfuerzo y el
reconocimiento de nuestro profesionalismo; a los padres, por su acompañamiento, por la alianza que
establecemos entre ellos y nosotros, la escuela, porque es tan importante que
procuremos este encuentro, que cuidemos el acuerdo, en aras de ese objetivo que
compartimos, que no es ni más ni menos que la formación de sus hijos; a
los profesores, los queridos
colegas, por la alegría de cada día, porque el entusiasmo compartido es
el alimento que nutre nuestro afán sostenido, porque, créanme, que no es nada liviana
la cruzada por la educación y la cultura; a los alumnos, por esa energía que nos contagian, por los retos
que nos plantean, que nos movilizan, nos obligan a cuestionarnos, a actualizarnos,
estar vigentes, son para nosotros como una fuente inagotable de juventud.
Y
decirles, finalmente, a quienes serán mis ex alumnos, que no se detengan,
que pisen firme, que respeten y se hagan respetar, que no olviden
todas las enseñanzas y el cariño que les dimos, que como en la
parábola bíblica, reproduzcan sus talentos, porque ése será su mandato
moral, que desplieguen la elevación de su vuelo, que lleven, como un
estandarte, los valores en alto, que abracen siempre la bandera de la dignidad.
Les
deseo a todos, que puedan vivir unas felices vacaciones en la armonía de la
familia, que descansen mucho y se carguen de energía, para poder reanudar
nuestra tarea el año y seguir construyendo.